Os dejo aquí mi participación en la Revista Justa de este mes. Una revista que contagia al mundo la pasión por leer. Espero que os guste.
Intuyo venir la
sombra amenazante hacia mí y me hago transparente. Presentimiento. Percibo su
embrujo y su ansia por tenerme. Me conoce, saben dónde habito. Contengo la
respiración que agita mis sentidos y me ausento. No puedo. Lo sé, debería ser
más valiente, pero el viento se llevó toda la esperanza y ahora solo me queda
el pasado que surca sin piedad en mi recuerdo. Una estela poética, una tela de
araña, una sombra traidora que refresca mi memoria y me clava un puñal mientras
sonríe, que castiga los recuerdos imborrables de mi vida y los clava cual
estaca en mis entrañas.
Me siento pequeña,
me disfrazo y me escondo, paso página, cierro los ojos inútilmente, roza mi
cuerpo a su paso, respiro tomando profundamente, me arrojo al precipicio,
atrapo la luz, emprendo el vuelo y por fin desaparece.
Una sombra que me
ahoga sin respiro, un borrón, un suspiro que me alcanza hasta el ahogo. Sé que
me espera escondida, la despisto y le sonrío.
Todavía recuerdo aquella
última noche en la que su cuerpo me abrazó como una sombra, lívido, etéreo,
falto de textura definida. Aquel instante en el que sus besos fundieron mi alma
para siempre. No he vuelto a verlo y no querría…aunque no es cierto, ella lo
sabe. Desde aquel día en el que mundo se hizo gris para siempre, me obligué a
vivir su falta. Convivo con su ausencia entre mis sombras. Ellas me acompañan
sin culparlo. Te busco incesante, implorando tu presencia. -¿Dónde estás? –grito
inútilmente. – ¡ya no te necesito! –miento removiendo mis pupilas. Y no es
cierto. Y lo sabe. Su rostro se desdibuja en mi memoria.
Agito los brazos
hacia ti en un esfuerzo inútil de arrancar el tiempo de tu gesto y volver a
entonces. Desespero y vencida ante la nada te despido para siempre. Suspiros
sin materia. Un lugar, un destino, una historia inacabada.
Ahora, después de
tantos años, las sombras son el pasado, el elemento, el lado oscuro, el
alimento de una desdicha, un nombre, el rastro, el miedo al reflejo ante un
espejo, el yo, el desencuentro, el cuarto oscuro, la conciencia, el
inconsciente, el patio de atrás, la duda, la renuncia, lo que se esconde detrás
del alma y del pensamiento, la desesperación de lo que pudo haber sido y se fue.
Ahora, por fin veo
la luz y con ella la metáfora perfecta que devora para siembre tu figura, la
penumbra que desdibuja tu rostro, la puerta abierta que me impulsa, la sonrisa
que alimenta mis frágiles recuerdos, el tiempo efímero, el fue, el nunca más,
el hasta siempre silencioso que descoso para liberar mi propio asombro.
Las sombras forman parte de nuestra existencia
y de nosotros mismos y han dado innumerables muestras de su propia luz en la historia,
en el arte, en la literatura, en lo cotidiano y en lo divino, en la vida y en
la muerte.
Mas allá de las tan famosas cincuenta sombras
de Grey que supuestamente todos conocemos, habiéndolas contado o no para su
comprobación, también podemos hablar de otras sombras. Las sombras buenas y las
sombras malas, las que describen misterio, las que viven en nosotros y también
las que pueden convertirse en aliadas cuando nos miran de frente.
Cuando decimos que alguien no es “ni sombra
de lo que fue” queremos expresar el recuerdo de alguien que ya no se parece en
nada al que conocimos, que ha desaparecido para dar lugar a un “resto” que se
proyecta ante nuestros ojos.
Cuando pensamos de alguien “está en la
sombra” interpelamos a la pérdida de la libertad y el protagonismo, relegándolo
a la oscuridad. Muchos son los que pasan largas temporadas en su vida viviendo en
la sombra, aguardando el momento en el que la musa aparezca nuevamente con su
antorcha victoriosa.
“Vivir en la sombra” es vivir en el lado
oscuro. Todos lo tenemos. Es cuestión de conocerlo y cederle el espacio que
necesita para convertirse en nuestro aliado. Nadie es perfecto.
Si alguien desencadena en ti y en tus
palabras “La sombra de la duda” caerá sobre él o ella la sospecha velada, la
desconfianza que aparece de soslayo.
“Hacerle sombra a alguien” no está bien visto
aunque sea una práctica más habitual de lo deseable. Con ella se trata de
minimizar los méritos del otro. Sin embargo si
nos ponemos “a la sombra” de alguien buscamos su protección, un cobijo bajo el
que resguardarnos. Huye
de aquel que tenga “mala sombra”. Sus propósitos no serán claros. Si “tu sombra
te persigue” no te asustes Es inevitable. Se cosió a ti el día que naciste.
Generalmente la sombra incorpora acepciones
negativas y con una fuerte descarga que no indican otra cosa que las propias
inseguridades. Cuando alguien no se fía ni de su sombra todo queda dicho. La
canción, la narrativa, la pintura, el séptimo arte, la poesía, la arquitectura,
todos han alcanzado las sombras. Asombroso.
PepaFraile 2013